"Un día mágico en Luján”

Era un día soleado, con el cielo azul despejado en San Miguel, provincia de Buenos Aires, un día perfecto para una escapada a Luján. Con mi pareja, Marcela, decidimos emprender un pequeño viaje para visitar la Basílica de Nuestra Señora de Luján. Marcela, gran conocedora del lugar y de los detalles históricos y espirituales de la basílica, prometía hacer de esta visita una experiencia inolvidable.

Salimos temprano hacia la estación de tren de Moreno, donde abordamos la línea Sarmiento. Mientras el tren avanzaba hacia nuestro destino, disfrutábamos de los paisajes campestres que se sucedían fuera de la ventanilla. Era un trayecto tranquilo, amenizado por conversaciones sobre lo que íbamos a conocer y por la expectativa de un día especial.

Llegamos a Luján con mucha emoción. La primera vista de la imponente basílica, con sus majestuosas torres gemelas y su estilo neogótico, me dejó sin palabras. A medida que nos acercábamos, Marcela me contaba sobre su historia y la devoción del pueblo argentino por la Virgen de Luján, patrona del país. Entrar al templo fue un momento solemne. Los vitrales de colores proyectaban una luz mágica en el interior, donde se encuentra la venerada imagen de la Virgen. Fue conmovedor sentir la espiritualidad del lugar, que inspira calma y recogimiento.

La Virgen de Luján es un símbolo de fe y unidad para millones de argentinos. Su historia se remonta al siglo XVII, cuando una pequeña imagen fue milagrosamente detenida en su viaje hacia el norte del país, marcando el lugar donde se construyó su primera capilla. Cada año, miles de peregrinos recorren largas distancias para rendirle homenaje en la tradicional Peregrinación Juvenil a Luján, un evento de gran fervor religioso y cultural. La Virgen de Luján es vista como una protectora y guía espiritual, y su figura tiene un lugar destacado en el corazón de los fieles argentinos.

Después de recorrer la basílica, decidimos explorar los alrededores. Paseamos por la costanera del río Luján, disfrutando del aire fresco y el agradable clima. Hicimos una pausa perfecta: unas cervezas bien frías acompañadas de una pizza deliciosa en un pequeño restaurante con vista al río. Entre risas y charlas, Marcela me seguía contando sobre los museos cercanos y la riqueza histórica de Luján.

No quisimos perdernos el Complejo Museográfico Enrique Udaondo, donde exploramos el Museo de Transportes. Fue fascinante ver antiguos carruajes y conocer cómo evolucionó el transporte en la región. También caminamos por los jardines cercanos, disfrutando del aroma fresco de los árboles que bordean la ribera.

Cuando el reloj marcó las seis de la tarde, emprendimos el regreso en tren hacia Buenos Aires. Aunque el día fue intenso, con mucho por descubrir y aprender, lo que más atesoré fue haberlo compartido con Marcela. Cada rincón, cada detalle y cada historia que ella relató hicieron de esta experiencia algo inolvidable.

Terminamos el día cansado, pero felices. La visita a la Basílica de Luján y sus alrededores fue maravillosa, y su belleza, junto con la calidez de la compañía de Marcela, dejaron en mí un recuerdo que espero se repita una y otra vez.

Luis Cruz


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