Una Aventura en las Nubes

En el invierno de 2019, Marcela y yo emprendimos una travesía inolvidable: subirnos al legendario Tren de las Nubes. Siendo dos almas curiosas y aventureras, no podíamos resistirnos a la idea de explorar las alturas andinas y sumergirnos en paisajes que parecían sacados de un cuento.


Rumbo a San Antonio de los Cobres

La jornada comenzó temprano en la ciudad de Salta, con café en mano y la energía al máximo. Un micro nos llevó por la serpenteante ruta hacia San Antonio de los Cobres, pero no sin antes hacer paradas en lugares que parecían guardar secretos de la historia y la naturaleza.

Nuestra primera escala fue en Campo Quijano, conocido como “La Puerta de los Andes”. Este pintoresco pueblo nos recibió con sus cerros imponentes y un aire fresco que invitaba a respirar profundo. Nos sorprendieron las historias sobre su importancia como punto de partida del ferrocarril andino y sus festividades llenas de color y tradición.

Luego, el micro nos llevó a la majestuosa Quebrada del Toro. ¡Qué contraste de colores! El verde de la vegetación autóctona se mezclaba con los tonos cobrizos y rojizos de las montañas. Marcela, fascinada, tomaba fotos como si cada rincón fuera digno de una postal. Fue imposible no sentirnos pequeños ante la inmensidad de este paisaje que, además, guarda la memoria viva de las comunidades originarias.

La Llegada a San Antonio de los Cobres

Al mediodía alcanzamos San Antonio de los Cobres, un pueblo donde la vida parece detenerse para que puedas admirar su esencia. Sus calles polvorientas, su gente amable y el aire de historia que se respira hacen que el corazón se llene de respeto y admiración. Sin embargo, no podíamos perder mucho tiempo: el tren nos esperaba.


El Tren de las Nubes

Abordar el Tren de las Nubes fue como entrar a un sueño. Las ventanillas nos ofrecían vistas de montañas besadas por las nubes, mientras el tren avanzaba desafiando la gravedad y el tiempo. Uno de los momentos culminante fue llegar al Viaducto La Polvorilla, una obra maestra de la ingeniería que se alza a 4.220 metros sobre el nivel del mar.

¡Marcela estaba emocionadísima! Aunque, como dicen los lugareños, se "apunó" un poco por la altura. Por suerte, el tren contaba con una enfermería donde fue atendida con una eficiencia impresionante. En cuanto se sintió mejor, su sonrisa regresó, y volvimos a disfrutar de las vistas majestuosas y la atmósfera de camaradería con los demás pasajeros.

Una Comida para el Recuerdo

De regreso a San Antonio de los Cobres, probamos algo que nunca olvidaríamos: carne de llama. Fue una experiencia culinaria completamente nueva para nosotros, y debo decir que quedé gratamente sorprendido por su sabor único y delicioso. Marcela, siempre dispuesta a probar cosas nuevas, lo disfrutó tanto como yo.

Santa Rosa de Tastil: Historia Viva

En el camino de regreso a Salta, hicimos una parada en Santa Rosa de Tastil, un antiguo asentamiento precolombino que nos transportó al pasado. Entre ruinas que hablaban de una organización urbana compleja y la habilidad de sus habitantes para sobrevivir en este desafiante entorno, nos sentimos conectados con la historia de una manera única. Marcela no pudo resistirse a tocar las famosas “Rocas Campanas”, y ambos reímos al escuchar los diversos tonos que producían.

Aventuras Andinas

Tras 16 horas de aventuras andinas entre montañas y cielos, llegamos de nuevo a la ciudad de Salta llenos de gratitud. Este viaje no solo nos regaló paisajes inolvidables y anécdotas divertidas, sino también un profundo aprendizaje. Descubrimos que el mundo está lleno de rincones asombrosos, donde la historia, la cultura y la naturaleza se entrelazan para crear experiencias únicas.

Marcela y yo, supimos que este era uno de esos momentos que guardaríamos para siempre en nuestro corazón. Al fin y al cabo, lo mejor de viajar es compartir el camino con alguien que hace que cada instante sea especial.

Luis Cruz






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